Hoy fue un buen día. Ganó la vinotinto. Sí, ese es un motivo suficiente; verán, es una comparativa bastante inverosímil, pero hay que ponerse a pensar. A falta de datos certeros por pereza de ubicarlos, no estoy seguro que hayamos ganado cien partidos a lo largo de nuestra historia. Pero usemos el número redondo y digamos que hemos ganado un centenar de encuentros, son 100 días de festejos por tal motivo... el año tiene 365 días y nuestra selección existe hace aproximadamente 60 años. 100 días. A lo largo de la historia humana, se ha avistado al cometa Halley un total de 30 veces desde la primera ocasión, en 239 a.C. 100 días en 60 años. Ya ves, que gane la vinotinto es bastante especial. Pero este no es un diario, sino un archivero, ya hablaré en otro lugar del fútbol y sus pasiones.
No soy
poeta. Tampoco tenista, o floricultor.. o el mejor amante. Mas eso no implica
que no pueda escribir poesía (intentarlo), jugar tenis (no muy bien), disfrutar
de la perfección de un tulipán o, amar bonito (aunque el término en primera
instancia pueda tener un significante mas bien carnal). Así que, he escrito
poesía y no suelo estar conforme con los resultados finales, siento que nunca
acierto en expresar mis pensamientos en su totalidad. Me sucede con cada texto
que escribo, pero se intensifica con este género. Más allá de esta
circunstancia que me hunde en profunda y dolorosa agonía (permítaseme el
histrionismo), cuando las musas atacan, cedo ante sus inclementes deseos de ser
escuchadas. Hay muchos tipos de musas: un deseo, un sentimiento, una mujer. El
poema que subo en esta ocasión, es parte de un dueto escrito para una persona
que, por sentimientos y encantos físicos femeninos, se convirtió en mi musa
inseparable a través de una larga y exquisita época.
Situando el
escenario físico, me encontraba entonces haciendo vida en la fría capital
colombiana, Bogotá. El trabajo consistía en visitar locales y, como todo buen
caballero de edad y principios arraigados, solía escaparme de la rutina
sentándome en cualquier café, a beber un poco de uno mientras dejaba de simular
que trabajaba y daba espacio a mi mente para volar a predios más agradables.
Formidable. Solía pensar mucho en mi musa: Al despertar, en la ducha, al salir,
en el bus y, por supuesto, durante toda la jornada laboral. Pese a esto, por
cuestiones de economía, no conversábamos en demasía mientras me encontraba
laborando. Así que, como ese día una pequeñísima partícula de inspiración se
coló en mi cafecillo, decidí sacar mi siempre útil libreta y escribir un poema
para ella.
Situando el
contexto emocional, era un momento bastante particular en lo que se refiere al
descubrimiento o la exploración de los sentimientos dentro de una relación. Nos
encontrábamos determinando la intensidad de lo que sentíamos el uno por el
otro. Yo, empezaba a percibir que la amaba. Ella, quizá más dubitativa, era más
parca al momento de opinar. Entonces decidí escribir, escribí y el resultado
fue 'Despierta'.
Despierta;
como mencioné previamente, es parte de un dueto de poemas escritos para aquella
musa. En este, conforme a la situación turbia e informe de nuestra relación en
términos de claridad emocional, todo gira en torno a los cinco sentidos, es un
poema más carnal y externo que su continuación. Habla de lo que sentía
físicamente por ella, lo que su cuerpo provocaba en los más profundos rincones
de mi ello (vamos, del cavernícola que hay en todos), mientras
que; a su vez, tanteaba la posibilidad implícita de un sentimiento mucho más
fuerte entre ambos de lo que reconocíamos para ese entonces.
Aún
recuerdo claramente el café donde escribí esta prosa, y también recuerdo dónde
estaba y qué hacía ella cuando lo leyó por primera vez. Claro que, esto no es
un diario, sino un archivero. Por tanto, he aquí, Despierta.
Aclaratoria: Un aspecto
importante de estas obras, es que las concebí con la intención de que el título
fuese leído como parte propia del poema. Tenga eso en cuenta al momento de
leer.
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