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Misticismo o endulzante para la vida

¡Feliz diciembre para todos! 

Quisiera ofrecerme una disculpa personal por no actualizar el blog con la regularidad pretendida. Han sido días largos y ocupados. Días buenos, sin embargo. Por supuesto, no he olvidado mi palabra respecto a subir un fragmento del cuento que estoy escribiendo, simplemente ha quedado postergado por las mismas razones señaladas. También; por supuesto, se debe a que no tengo experiencia construyendo este tipo de literatura, lo cual retrasa enormemente el proceso creativo... ya saben, es difícil extraerlo de mi mente y ponerlo perfectamente en palabras.

Más allá de todos los considerandos, hace días que una suerte de creencia ha hecho mella en mis pensamientos. Y con el propósito de darle orden a esa maraña enrevesada, dispondré del blog, por esta vez (y quizá una que otra más), no como el tipo de archivero para el que fue concebido, sino como una pizarra donde ir conectando ideas al mejor estilo de aquellos mapas mentales que solía odiar en la escuela.

La vida es todo. Y con ese espectro tan amplio, hay libertad para discernir acerca de cualquier cosa. Pero la realidad, compañera acérrima de la vida, no posee esa característica de infinidad atemporal. La realidad carece de sentido; de magia, algo que resiente el hombre. Desde que la razón se asentó en nuestra cabeza, hemos buscado motivaciones, hemos cuestionado nuestras convicciones sin cesar y no dejamos de preguntarnos cuál es el propósito de nuestra existencia.

El caso es que este es un tema de aquellos en los que no hay remedio sino extenderse, irreparablemente viene hacia ti y te consume, al punto de abstraerte del resto del mundo. Puede que el misticismo en nuestras vidas merezca dedicarle un exhaustivo ensayo, y qui lo haga. 

Partiendo desde las preguntas existenciales para las que la realidad no tiene respuesta alguna (bueno, la ciencia sí), y siendo que coexiste junto a la vida como un binomio, el hombre resiente y cae en la desesperanza nihilista de sentirse vacío y sin propósito. Es aquí donde entra en juego el misticismo. ¿Y qué es la mística?

Acepto de buen grado la divergencia de opiniones sin caer en la interpretación errónea de considerar que todos los argumentos son igual de válidos. En las calles hay basura, no debemos dejarnos comprar por falacias y falsedades. Pero hay una excepción a esta regla: La mística. Y es que, habitando en el plano de la vida, escapa absolutamente de los hechos comprobables que rigen a la realidad. Calza como anillo al dedo para brindar ese halo de esperanza que el hombre necesita durante muchísimos pasajes de su existencia. 

Podemos sustraer misticismo desde muchas fuentes: dogmas, credos, ritualismos, cábalas, historias, leyendas y un muy largo etcétera. Es un rasgo sustancial, es perceptible sin ser tangible, como una característica de algo. Existe sin ser real. La fe, por ejemplo, es mística en estado puro y, puedes creer o no en lo que quieras, pero no debes negar que la vida es endulzada por el misticismo que solemos añadirle como una buena cucharada de azúcar a ese café negro cerrero que es analogía dura de la realidad. Hace que ese binomio sea cuantiosamente más tolerable.

El deporte está empapado de mística. Por ejemplo el tenis, no solo es el juego que presencias, es el torneo, es la cancha, es la historia que se ha escrito en ese predio. Recuerdo la mítica publicidad de Rolex con Wimbledon: "Juego, set. Magia". No podría ser más perfecto.

Entonces, como casi todo en la vida, es uno quien decide cuánta cantidad de mística deja entrar a la suya (es contraproducente tener una sobredosis constante, provocaría diabetes mágica) y con base en eso, actuarás de una u otra manera. Hay un dicho popular cuando se suscitan una serie de eventos tan casuales y conectados que resulta milagroso creer que todo fue producto de la casualidad, es en esos momentos donde esa irrealidad se apodera de nosotros: "Por eso es que uno empieza a creer en vainas".

Hay ocasiones en las que una fecha o una lectura hacen volar tu cabeza hacia ubicaciones extraterrenales, un recuerdo puede abrazarte con fuerza y llegarás a considerar que te invade una sensación espiritual, providencial. El romance también transmite estas emociones, y la conexión entre dos personas que se aman, es un hilo de confianza que no se ve, pero que es más denso que muchas entidades de la realidad.

Termino por ahora con este bosquejo de elucubraciones, pero aprovechando la mística del momento, compartiré un pequeñísimo fragmento de algo que escribí hace ya un buen tiempo y que es para mí un fiel reflejo de la magia de la vida. A veces tus lentes pueden empañarse por lo que sientes, y no te dejan ver el camino correcto, es normal. El dolor y la felicidad nublan y ofuscan por igual y para ambos la realidad ulterior es la misma: todo pasa. Ya sin más, acá el fragmento:

"Hola. No tengo idea de cómo llamarte, a ti que te nombré con variedad y cariño. ¿Conservas con sonrisas aquellos apodos en tus memorias, o los eliminaste de, incluso, los fragmentos más nimios de tu ser? Desconozco cómo me nominarás de pensar en mí, aunque recuerdo con una sonrisa cómo solías llamarme." 


Por último, un día como hoy hace 89 años nacía el hombre a quien homenajea mi nombre. Mi abuelo Humberto José Pérez Rojas, sembrado hace exactamente 3 años y un mes. Porto con honor y responsabilidad el legado de mi nominación. Y apropiándome del misticismo de la vida, sé que nos observa, expectante, desde algún lugar. Un abrazo donde sea que se encuentre dicho sitio.


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