Sí, no es 7 de junio. Se suponía que publicaría esta entrada ayer, pero bueno, ahora soy un alma madrugadora. Esto último ha venido afectando mi ritmo de escritura que de por si ha mermado bastante desde su ya pueril génesis. Varios eventos se han sucedido en los tiempos recientes y a raíz de la convulsión, no he logrado poner mis ideas en orden para volver a escribir. Acá estoy, sin embargo.
Hay verdaderamente poco por actualizar desde la última entrada que escribí. Aunque siempre hay algo por escribir, y mientras se esté vivo, hay tiempo para coger papel y lápiz (figurativamente). En esta oportunidad, y a falta de avances tangibles en la historia, es aprovechable el momento para hablar un poco acerca de las circunstancias que nos rodean a todos, además de algunas personales y cómo estas han venido repercutiendo en mi vida diaria últimamente.
Empezar por el trabajo tiene sentido, considerando que es donde paso la mayor parte de mi tiempo entre semana. Resumiré: Es una mierda. Desarrollaré: Hace casi año y medio que volví a Venezuela, y volver a casa trajo consigo muchísimos beneficios y alegrías como volver a ver a mis padres y convivir nuevamente con la gente que te ama y se preocupa por ti. Sin embargo, pese a que la familia es probablemente lo más importante en este plano existencial, no podemos dejar de crecer por evitar desprendernos de ese lazo, en ese orden, creo que debemos ser egoístas con el resto en pos de la consecución de nuestros propósitos de vida. Nadie se detiene, ni se detendrá a vivir por nosotros. Es difícil obtener un equilibrio, que es lo que tiendo a creer que todos esperamos conseguir entre nuestra vida profesional y privada o emocional. El asunto personal es, que a raíz de la coyuntura mundial del coronavirus, no he logrado hacer prácticamente nada de lo que me planteé al regresar, y no conforme, volví simbólicamente al sitio donde me encontraba antes de irme en primera instancia. Eso significa, el mismo trabajo y casi la misma vida que tenía y de la cual había logrado desprenderme. Hay que establecer que no todo es una queja o realmente nada de esto lo es, no creo haber tomado malas decisiones (o sí, solo que los factores que se presentaron y que las convirtieron en desacertadas eran imposibles de prever), gracias a tener trabajo, me he alejado de la imagen del parásito que podría ser de no poseer nada y ser un inútil más. Así que agradezco tener la oportunidad de ser productivo. El tema principal es, ¿hasta dónde estoy dispuesto a seguir con esta disposición de los factores? No estoy cómodo y es una cuestión con implicaciones de autosuperación. Me siento estancado nuevamente.
En el ámbito literario, estoy transitando uno de esos caminos vacíos donde mis ideas se vuelven nada, y conforme se van generando más vacíos, menos seguridad tengo respecto a cómo continuar con mis ideas. Además, como bien dije en el principio, todo este periodo convulso ha afectado mi disposición a escribir. Espero retomar pronto el hábito, y que sea para bien. Puedo mencionar que además existe una distinción entre el desarrollo de una historia y la construcción del mundo donde esta se desarrolla, supongo que en novelas y libros que ubican sus historias en locaciones reales, este tema pasa a segundo plano; pero en desarrollos como el que pretendo elaborar, se me está haciendo complicado definir los espacios entre historia y mito, cómo y hasta dónde contar y explicar de uno y otro. Lo mejor que puedo hacer es leer, pero leer para comprender de estructuras literarias. Sé que lograré darle forma al mito sin restarle relevancia a la historia. Espero actualizar pronto con noticias o algún nuevo fragmento importante.
Además de los dos tópicos desenvueltos, también hay otra serie de implicaciones emocionales que vienen afectándome desde hace un tiempo. Pero este blog no es verdaderamente un diario y no pretendo comentar todo lo que me sucede, pues como diría Facundo Cabral: "No tiene sentido andar contándole al mundo todas las cosas que pasan."
Así me despido... por el momento.
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