Abrió los ojos. Su alrededor era distinto. Fue lo primero que notó, y hacerlo resultaba fácil pues antes todo lo que había era nada. Oscuridad que ahora rellenaban débiles haces de luz blanquecina. A su mente llegó el recuerdo de una palabra, vista en los confines de una historia que no alcanzaba a recordar: «etéreas». Sí, eso serviría para las luces. Sentía que todos sus sentidos se rendían ante la pulcra belleza del mundo que lo rodeaba. El bosque lucía igual, pero totalmente diferente. No podía ser el mismo sitio, algo había cambiado. El aire era tan… puro. Esa pesadez mortecina y aquella oscuridad lóbrega pertenecían al pasado; cercano, sí. Tan cercano como anoche, pero indescriptiblemente, cada fibra de su alma le explicaba que aquello no era cosa de unas horas de sueño. Regresó de su ensoñación, buscó a su maestro. Nada. Ni rastro del gran oso anciano. Cualquiera de las bolsas desprolijamente dejadas en el suelo formaban coro entre los ausentes. «Algo no está bien» Se dijo ...
Archivero público de todo lo que alguna vez he escrito y probablemente escribiré... tal vez con una que otra excepción. Por cierto, para ver las entradas, solo debes seguir bajando.